- Con la irrupción de la Pandemia y la extendida Cuarentena, se han resignificado las diversas actividades y profesiones que yacen en el seno de nuestra sociedad. Ya nada será igual, dicen algunos. Quizás, todo siga peor... (LEA NOTA COMPLETA)
Al mirar y analizar la sociedad, lo que debemos tener como guía es la política, la ciencia política, entender mucho más, que todo es política, ya sea la biopolítica como la necropolítica, es decir, las relaciones de poder.
El llamado Biopoder: "explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población". En la ciudad, todo se materializa en los modos de producción de formas espaciales, y en la tensión entre ambos pares antagónicos que se precisan. Cuando se planifican ciudades, barrios o viviendas, se puede hacer con criterios solamente como bienes de cambio, y no de uso, sin propuesta política de diseño; o en función de la salud, de espacios para viviendas donde entre el sol y el aire, y tenga ventilaciones cruzadas.
Lamentablemente, nuestras políticas urbanas y códigos son para la alta densidad en general, densidad que podría tener esos criterios y no los tiene por no privilegiarse la salud, ya que no aparece como objetivo del diseño, sino todo lo contrario, no se toma en cuenta que la verdadera energía de un país es la energía del pueblo, y esa política recién hoy ante la covid-19 la vemos en el Presidente, que eligió entre la salud y la economía, a la salud.
En nuestro oficio, se trataría de una arquitectura que tome esas banderas, la salud comunitaria, la medicina preventiva, habría que releer al doctor Ramón Carrillo, y conocer su historia e incluso la del barrio que hoy lleva su nombre. Vaya si es una paradoja, planificar un barrio para que vivan encima de un suelo ultra contaminado y se enfermen sus habitantes, y denominarlo Barrio Ramón Carrillo. Los enfermos del barrio que hicieron juicio contra el Estado municipal son olvidados por nuestra matrícula. No conviene.
O la lenta agonía de Villa Inflamable, en Dock Sud, dentro de la causa “Beatriz Mendoza”, es otro ejemplo donde los temas ambientales con sus efectos nocivos en la salud de la población (que pese a judicializarse y tener que cumplir órdenes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) no ha tenido respuesta. Podríamos seguir enumerando ejemplos, pues toda la cuenca del río Matanzas Riachuelo sigue padeciendo la misma catástrofe socio ambiental.
Aún, todos los barrios de la Cuenca esperan su saneamiento. Pero pasan los años, y la gente se muere sin agua o sin cloacas; la ausencia afecta la salud, la vida. Acá se encuentra la aplicación concreta de la necropolítica, es decir ,una planificación para la muerte, dentro del modelo neoliberal del urbanismo. En nuestras ciudades se mueren pronto y listo. Las políticas públicas expresarán siempre un discurso políticamente correcto para resolver estos temas, pero queda claro en esta pandemia, que en las ciudades solo son cuestiones de negocios por las tierras. Como dijo Clinton: “es la economía, estúpido”, aquí diría “es la política, estúpido”.
Es necesario partir de esa idea fuerza: "arquitectura popular", pararnos post coronavirus a trabajar en nuestras ciudades. Creo que eso define nuestra profesión de arquitectos. Es decir: ¿de qué lado estaremos o trabajaremos? ¿para el mercado o para las mayorías pobres más afectadas por el virus desde la mirada de sus necesidades urgentes?
Pero hay un problema, los arquitectos somos un servicio, no definimos la producción, podemos dar manotazos pero las planificaciones vienen de más arriba, del capitalismo rector de todas las actividades. La planificacion para la gente se aprende en el territorio, pero los centros de poder dictaminan. Entonces, planifica el capitalismo no el buen arquitecto, que se ve atado de manos frente al "Dios Mercado". Recordemos que nuestros mejores planificadores fueron en una epoca "KANMAR" y "VINELLI", mientras la Carta de Atenas tuvo el valor de una sola aplicación y muchos libros de Le Corbusier.
Algunas respuestas se aprenden en el territorio militando y trabajando en los barrios. En varios de ellos, si hay una palabra que define hoy el conflicto de la covid-19 en las ciudades es la palabra HACINAMIENTO, palabra relacionada con el espacio. Espacialidad que estamos entrenados a resolver los arquitectos, con lo cual tenemos un futuro para trabajar y una oportunidad para demostrar lo que nos enseñaron grandes maestros de la arquitectura, el rol del arquitecto en la sociedad.
Y para materializar todo el potencial al servicio de la sociedad es necesario que el Estado Presente promueva políticas públicas en favor de las mayorías, desactivando los mecanismos neoliberales que rigen nuestra vida. Todo lo contrario a las acciones de «EL SEÑOR RODRÍGUEZ» en la CABA, quien devino en el mejor rematador del espacio público de la historia, favorecedor implacable de la especulación inmobiliaria y la enajenación del Patrimonio urbano: LARRETA ES LA PANDEMIA.
El llamado Biopoder: "explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población". En la ciudad, todo se materializa en los modos de producción de formas espaciales, y en la tensión entre ambos pares antagónicos que se precisan. Cuando se planifican ciudades, barrios o viviendas, se puede hacer con criterios solamente como bienes de cambio, y no de uso, sin propuesta política de diseño; o en función de la salud, de espacios para viviendas donde entre el sol y el aire, y tenga ventilaciones cruzadas.
Lamentablemente, nuestras políticas urbanas y códigos son para la alta densidad en general, densidad que podría tener esos criterios y no los tiene por no privilegiarse la salud, ya que no aparece como objetivo del diseño, sino todo lo contrario, no se toma en cuenta que la verdadera energía de un país es la energía del pueblo, y esa política recién hoy ante la covid-19 la vemos en el Presidente, que eligió entre la salud y la economía, a la salud.
En nuestro oficio, se trataría de una arquitectura que tome esas banderas, la salud comunitaria, la medicina preventiva, habría que releer al doctor Ramón Carrillo, y conocer su historia e incluso la del barrio que hoy lleva su nombre. Vaya si es una paradoja, planificar un barrio para que vivan encima de un suelo ultra contaminado y se enfermen sus habitantes, y denominarlo Barrio Ramón Carrillo. Los enfermos del barrio que hicieron juicio contra el Estado municipal son olvidados por nuestra matrícula. No conviene.
O la lenta agonía de Villa Inflamable, en Dock Sud, dentro de la causa “Beatriz Mendoza”, es otro ejemplo donde los temas ambientales con sus efectos nocivos en la salud de la población (que pese a judicializarse y tener que cumplir órdenes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) no ha tenido respuesta. Podríamos seguir enumerando ejemplos, pues toda la cuenca del río Matanzas Riachuelo sigue padeciendo la misma catástrofe socio ambiental.
Aún, todos los barrios de la Cuenca esperan su saneamiento. Pero pasan los años, y la gente se muere sin agua o sin cloacas; la ausencia afecta la salud, la vida. Acá se encuentra la aplicación concreta de la necropolítica, es decir ,una planificación para la muerte, dentro del modelo neoliberal del urbanismo. En nuestras ciudades se mueren pronto y listo. Las políticas públicas expresarán siempre un discurso políticamente correcto para resolver estos temas, pero queda claro en esta pandemia, que en las ciudades solo son cuestiones de negocios por las tierras. Como dijo Clinton: “es la economía, estúpido”, aquí diría “es la política, estúpido”.
Es necesario partir de esa idea fuerza: "arquitectura popular", pararnos post coronavirus a trabajar en nuestras ciudades. Creo que eso define nuestra profesión de arquitectos. Es decir: ¿de qué lado estaremos o trabajaremos? ¿para el mercado o para las mayorías pobres más afectadas por el virus desde la mirada de sus necesidades urgentes?
Pero hay un problema, los arquitectos somos un servicio, no definimos la producción, podemos dar manotazos pero las planificaciones vienen de más arriba, del capitalismo rector de todas las actividades. La planificacion para la gente se aprende en el territorio, pero los centros de poder dictaminan. Entonces, planifica el capitalismo no el buen arquitecto, que se ve atado de manos frente al "Dios Mercado". Recordemos que nuestros mejores planificadores fueron en una epoca "KANMAR" y "VINELLI", mientras la Carta de Atenas tuvo el valor de una sola aplicación y muchos libros de Le Corbusier.
Algunas respuestas se aprenden en el territorio militando y trabajando en los barrios. En varios de ellos, si hay una palabra que define hoy el conflicto de la covid-19 en las ciudades es la palabra HACINAMIENTO, palabra relacionada con el espacio. Espacialidad que estamos entrenados a resolver los arquitectos, con lo cual tenemos un futuro para trabajar y una oportunidad para demostrar lo que nos enseñaron grandes maestros de la arquitectura, el rol del arquitecto en la sociedad.
Y para materializar todo el potencial al servicio de la sociedad es necesario que el Estado Presente promueva políticas públicas en favor de las mayorías, desactivando los mecanismos neoliberales que rigen nuestra vida. Todo lo contrario a las acciones de «EL SEÑOR RODRÍGUEZ» en la CABA, quien devino en el mejor rematador del espacio público de la historia, favorecedor implacable de la especulación inmobiliaria y la enajenación del Patrimonio urbano: LARRETA ES LA PANDEMIA.
Gustavo Cañaveral
arquitecto
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