Mientras en diversos lugares del planeta los arquitectos y urbanistas trabajan en forma interdisciplinaria para encontrar la solución a los problemas que el Capitalismo rapaz produce sobre la vida de todos nosotros en las ciudades (y en el campo también)... en Argentina, la especulación inmobiliaria no tiene freno.
La ciudad de Buenos Aires es el caso emblemático: donde hay un hueco contruyen un edificio, donde había una casa hay una demolición + un cartel con render publicitario (representación digital fotorrealista de un diseño arquitectónico, creada a partir de un modelo 3D) y luego una cajitas de cemento y vidrio ofrecido en dólares al mercado de consumo clasemediero. Hace décadas que no existe la planificación y ejecución de viviendas sociales como hizo el primer peronismo, que en 10 años duplicó el parque habitacional de la Argentina.
No existe la preservación del patrimonio arquitectónico, ni paisajístico. Hay zonas de la ciudad sin plazas o espacio verde, y en donde sí los hay, las cuadrillas de la municipalidad amarilla (Macri, Rodríguez Larreta, Macri) remplazan el pasto, la arena y el polvo de ladrillo por cemento y goma EVA, talan y matan árboles históricos, rompen veredas y las vuelven a reparar para volver a romperlas con las publicitarias rejas amarillas. Media ciudad esta cercada y el tránsito interrumpido cada vez que se acercan las elecciones, autos y peatones se ven impedidos de moverse con facilidad y todo es un caos.
El resultado es patético: una ciudad de Buenos Aires invivible, expulsiva, cara, injusta, represiva, incómoda, sin un diseño de transporte público eficiente, con calles y barrios colapsados por la enorme cantidad de autos, cementización de calles que antes tenían adoquines y espacios absorbentes, con aumento de la escorrentía y la consecuente inundación de grandes zonas por las lluvias cada vez más intensas. Además, sin la presencia del Estado controlando, las empresas de servicios privatizadas no invierten, no renuevan sus caños o cables desde hace años por lo que hay cortes de servicio cotidianos, provocando enormes perjuicios a la población.
Todo es negocio en la ciudad de Mauricio, Horacio y Jorge Macri.
Aquí compartimos otra mirada sobre la ciudad y su relación con la naturaleza y la vida...
José Luis Esteban Penelas
arquitecto y urbanista
“La ciudad es un horno. Podemos transformarla en un bosque fresco”
Parece que las olas de calor van a ir a más.
Sí, hay datos y hechos. Van a ser periodos más largos de calor. Sólo en Madrid en el 2024 murieron mil personas por golpe de calor, tres fallecimientos al día.
¿Las ciudades están preparadas?
No, una ola de calor oficialmente dura tres días, pero ahora pueden superar los diez o quince días, y se están poniendo parches como toldos y cubiertas temporales.
¿Los toldos no son eficaces?
No resuelven el rebote del calor del pavimento, ni refrescan el aire. Se necesita crear estructuras naturales, como pérgolas con cañas huecas para que pase el aire.
Su propuesta va mucho más allá.
Sí, yo propongo una transformación radical. Necesitamos reverdecer las ciudades. No se trata de plantar más árboles en aceras, sino de proyectar la ciudad como un bosque humanizado. Donde los edificios sean los que ocupan los claros de ese bosque.
Suena utópico.
Diseñamos para Seúl una ciudad nueva de 35 km sobre el estuario de Saemangeum, pensada para ser invisible desde el aire. Una ciudad que si se llevara a cabo sería bosque, naturaleza y agua, todo integrado.
¿Qué soluciones maneja para las viejas capitales?
Espacios públicos bioclimáticos como las pérgolas y mobiliario conectado con sensores que anticipen el calor y actúen generando vapor frío, sombra, ventilación; y crear hipercorredores verdes .
¿Hipercorredores?
Grandes bulevares que conectan parques y zonas verdes, eliminando coches del centro urbano. Y, además, recuperar canales de agua históricos que integren paisaje microclima y vida silvestre urbana.
¿Es viable económicamente este modelo?
Un parque cuesta entre 60 y 100 €/m² y su mantenimiento anual entre 1 y 10 €/m² (unos 3 €/m² de media). Si lo comparamos con los costes del asfalto y urbanización convencional, es más económico y sostenible.
¿Son sostenibles los techos vegetales?
Sí, las cubiertas vegetales en edificios son fácilmente implantables y mucho más baratas de mantener que un parque. Aunque requieren vegetación liviana y un mantenimiento comunitario, son totalmente factibles en edificios residenciales.
Usted habla de conectarlas.
Una ciudad puede tener azoteas transitables, verdes, conectadas entre sí con pasarelas. No es utópico. Técnicamente es fácil. Legalmente es más complicado, pero se puede.
¿Cómo introducir humedad en ciudades secas como Madrid?
Con corredores verdes y sistemas de agua subterránea recuperada, generando microclimas más frescos. En el parque Juan Carlos I de Madrid transformamos antiguos vertederos en zonas verdes con lagos y corrientes, mejorando la temperatura hasta 10 °C.
¿Y la movilidad?
Ahí viene otro cambio. La movilidad aérea ya está en marcha. Drones que transporten paquetería o personas liberarán espacio urbano. La UE ya está trabajando en esto. En 25 o 30 años será una realidad cotidiana.
¿Y qué haremos con las carreteras?
Convertirlas en jardines. Reutilizar puentes como corredores verdes. Reconquistar el suelo urbano. Es una revolución que apenas empieza.
¿Cómo serán los edificios?
Actualmente son grandes radiadores de calor, como el asfalto. Las fachadas deben tener pieles móviles, vegetales o técnicas, que se adapten al clima, generen sombra, filtren el aire. No es sólo estética, es salud.
También propone recuperar canales de agua antiguos.
Sí, e integrarlos como corredores naturales. El Parque Juan Carlos I se construyó sobre una escombrera. Al añadir agua, vegetación y lagos artificiales, apareció fauna, se generó un microclima. Las temperaturas bajaron hasta 10 grados en el entorno.
¿Propone un cambio radical?
Un cambio de paradigma urbano similar al que Oswald Spengler describió cuando la gente pasó de ser aldeana a ciudadana. Necesitamos una visión en la que ciudades y bosques se fundan, habitables y humanos, cambiando la forma de vivir y pensar el espacio.
¿No se trata de vivir en una jungla?
No, es un bosque humanizado: transitable, amable, sin calles como las conocemos hoy.
¿Qué le diría a los alcaldes?
Que piensen en estrategias a largo plazo, que no todos los edificios son intocables, la ciudad necesita oxígeno, corredores verdes, una visión radicalmente nueva.
¿Y por dónde empezamos?
Por los grandes paseos verdes, por recuperar el agua, por reverdecer patios, cubiertas, fachadas. Y por dejar de pensar en calles como ejes duros. Lo que necesitamos son bosques habitables ♦
→ Pero también la producción agropecuaria está jugando para el enemigo...
→ A pesar de que supuestamente
son los representantes del pueblo, los cuerpos legislativos municipales,
provinciales y nacionales no siempre actúan en favor de la población.
Azorados vemos por televisión la sanción de leyes que favorecen a pocos y
perjudican a la mayoría silenciosa. Es una vieja trampa que nos embauca
en las democracias chuecas de los países periféricos de la
Globalización rapaz.
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